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Tan pronto como la gente conocer algo
sobre los principios de reencarnación, desea configurar sus propios
anales karmicos del pasado en su mente actual. No debemos suponer que
esta aspiración se inspire en mera curiosidad malsana o que sea tonta
vanidad, si bien es cierto que puede contener en proporción variable
ambos elementos.
Es muy útil tener idea de
una vida anterior, mas para que el conocimiento rinda amplios
beneficios acordes con su pleno valor, es menester que sea de primera
mano. En otras palabras, la verdadera recordación de encarnaciones
pasadas es una experiencia bien diferente de la lectu, era. Sin embargo,
no deja de ser útil verificar esto con un verdadero clarividente,
pero el más ínfimo fragmento que podamos recordar por nuestra cuenta
resulta de muchísimo mayor valor que la mas prolija y completa
descripción efectuada en el éter reflector por otra persona. El
aguijón de la muerte desaparece desde el momento en que vislumbramos
algún recuerdo autentico de nuestro pasado, puesto que por nuestra
propia experiencia comprobamos la inmortalidad del alma y su
independencia de la existencia corporal. Bien vale la pena esperar con
paciencia hasta que nuestras propias manos puedan descorrer el velo,
en vez de recurrir a la clarividencia ajena que anula nuestro
descubrimiento. Para develar el pasado con certeza y tener la
seguridad de no sufrir una ilusión es necesario comprender los
principios básicos de la doctrina de la reencarnación.
El
ocultista reconoce dos principios en el hombre: el Yo superior y el
yo inferior. El Yo superior es un todo unificado que se forma en
torno de la Chispa Divina, la cual constituye el núcleo de toda
manifestación humana. El yo inferior no es un todo unificado sino una
serie siempre cambiante de manifestaciones parciales del Yo Superior
que se proyecta en el plano de la forma y se reviste con materia. Al
Yo superior se lo denomina individualidad y al yo inferior
Personalidad.
La palabra “individualidad” significa “lo que no puede ser dividido” vale decir, es una unidad. Y la palabra “personalidad” deriva del latín “persona” o mascara. En la antigua Grecia, los actores de los dramas sagrados que participaban de los Misterios colocándose una y otra mascara de acuerdo con el desarrollo de la obra. Esto es lo que nos hace pensar en el alma inmortal y su relación con los misterios. La imaginación primero asume una personalidad, persona o mascara, luego otra, de acuerdo con el papel asignado en los sucesivos misterios que formar el cambiante ciclo de experiencia espiritual del hombre.
La palabra “individualidad” significa “lo que no puede ser dividido” vale decir, es una unidad. Y la palabra “personalidad” deriva del latín “persona” o mascara. En la antigua Grecia, los actores de los dramas sagrados que participaban de los Misterios colocándose una y otra mascara de acuerdo con el desarrollo de la obra. Esto es lo que nos hace pensar en el alma inmortal y su relación con los misterios. La imaginación primero asume una personalidad, persona o mascara, luego otra, de acuerdo con el papel asignado en los sucesivos misterios que formar el cambiante ciclo de experiencia espiritual del hombre.
Al
final de cada reencarnación se desintegra el aspecto-forma de la
persona y como polvo que era, retorna al polvo y conforme a sus
planos, porque la vida animada que los mantuvo en cohesión ha
desaparecido.
En primer termino el cuerpo físico, luego el eterico, después la forma astral y por ultimo la mente concreta, al cumplir su ciclo vuelve al polvo, a los abismos de la materia primordial de donde fueron traídos a la sustancia viviente por el soplo de vida que los animo. Nada queda de ellos, salvo los trazos en el espacio producido por las reacciones habituales de su naturaleza, trazos que suelen llamarse “sombras del eter reflector”. No es fácil para nuestra experiencia mundana ingresar en una idea tan extraña, pero si imaginamos el Eter Reflector o Akasha, como una placa sensible en la que se imprime todo reflejo que llegue a ella, y de la cual es posible por medios apropiados, que describiremos oportunamente, escoger y revelar las impresiones a voluntad, nos aproximaremos a una comprensión somera del proceso.
En primer termino el cuerpo físico, luego el eterico, después la forma astral y por ultimo la mente concreta, al cumplir su ciclo vuelve al polvo, a los abismos de la materia primordial de donde fueron traídos a la sustancia viviente por el soplo de vida que los animo. Nada queda de ellos, salvo los trazos en el espacio producido por las reacciones habituales de su naturaleza, trazos que suelen llamarse “sombras del eter reflector”. No es fácil para nuestra experiencia mundana ingresar en una idea tan extraña, pero si imaginamos el Eter Reflector o Akasha, como una placa sensible en la que se imprime todo reflejo que llegue a ella, y de la cual es posible por medios apropiados, que describiremos oportunamente, escoger y revelar las impresiones a voluntad, nos aproximaremos a una comprensión somera del proceso.
La lectura de
los anales akashicos corresponde a los adivinos cuando describen el
pasado del que los consulta y es por cierto muy diferente de lo que
hacemos por nuestra cuenta cuando recordamos nuestras encarnaciones y
cumplimos un proceso que para nosotros es de inestimable valor. Es
muy posible que sean esos reflejos akashicos los que dramatiza la
mente subconsciente del médium y no un verdadero retorno de la muerte
“in propia persona” cuando tienen lugar esas comunicaciones con el que
“ya partio”
Este es el punto débil del espiritismo que explica la trivial y fragmentaria naturaleza de mucho de lo que comunican los llamados “espíritus de los difuntos”. Empero, cuando rememoramos la actividad de nuestros recuerdos, tiene lugar un proceso diferente que se comprenderá mejor si conducimos nuestra investigación un paso mas allá del conocimiento de los procesos de la muerte. Esta absorción, retirados ya los principios superiores, es la que de hecho causa la disolución de los cuerpos sutiles, después que su vehiculo físico, su instrumento esencial de manifestación y medio de experiencia se inutilizo ya sea por edad, accidente o enfermedad.
Este es el punto débil del espiritismo que explica la trivial y fragmentaria naturaleza de mucho de lo que comunican los llamados “espíritus de los difuntos”. Empero, cuando rememoramos la actividad de nuestros recuerdos, tiene lugar un proceso diferente que se comprenderá mejor si conducimos nuestra investigación un paso mas allá del conocimiento de los procesos de la muerte. Esta absorción, retirados ya los principios superiores, es la que de hecho causa la disolución de los cuerpos sutiles, después que su vehiculo físico, su instrumento esencial de manifestación y medio de experiencia se inutilizo ya sea por edad, accidente o enfermedad.
Por
lo expuesto se advierte que la etapa formal de cada encarnación se
disuelve y concluye después de cada vida, pero su esencia primordial,
el fruto maduro de la experiencia lo absorbe el yo superior que lo
acrece y hace evolucionar. Bien podrá decirse que el alma toma su
alimento en la tierra, y luego, en la serenidad del cielo, junto a sus
tranquilas aguas, lo asimila. Por consiguiente, lo único que
persiste, encarnación tras encarnación, es el principio espiritual, la
esencia ética, extractada de la suma total de experiencias de cada
vida terrena: la vida en su misma, y sus recuerdos es descartada,
después de haber sido como succionada por el alma: que requiere solo
de ella para nutrirse su esencia espiritual.
Estudiemos ahora la manera de evocar la memoria. Podremos aprender mucho sobre este particular si observamos lo que sucede cuando intentamos recitar un poema que no se fijo del todo en nuestra memoria. Sabemos que difícil es comenzar, a no ser que alguien nos diga la primera línea, y una vez que la tenemos, todo el poema se desgrana espontáneamente dictado por nuestra memoria subconsciente, hasta que el lazo de asociación se rompe y una vez más necesitamos de la ayuda indispensable del apuntador para poder continuar.
Como
hemos explicado con anterioridad, en el Akasha se hallan los anales
de todo lo sucedido en la esfera terrestre. Si, como en el teatro,
disponemos de un apuntador, cualquier memoria particular puede
obtenerse del aspecto de subconsciencia que corresponde al Akasha. Se
sobreentiende que tenemos un eslabón natural para cada acontecimiento
ocurrido en una encarnación anterior, sin embargo, no podemos
localizarlo en el plano de la forma, esto es, en la mente concreta,
para pensarlo concretamente, porque en los planos de la forma no
existe un concatenamiento directo entre una encarnación y otra, pero
en cambio podemos hacerlo por vía del Yo superior, si logramos la
capacidad de pensar de manera altamente sutil aunque sea por un
brevísimo instante. Para lograr esto debemos considerar nuestra vida
presente como un todo y ver si podemos discernir en ella algún
problema persistente, si así ocurre quizá se deba a causas karmitas y
por consiguiente buscaremos sus raíces en una vida anterior,
usaremos el problema como hilo conductor que nos permita atravesar el
golfo fijado en la continuidad de conciencia por cada experiencia de
muerte que hayamos pasado.Estudiemos ahora la manera de evocar la memoria. Podremos aprender mucho sobre este particular si observamos lo que sucede cuando intentamos recitar un poema que no se fijo del todo en nuestra memoria. Sabemos que difícil es comenzar, a no ser que alguien nos diga la primera línea, y una vez que la tenemos, todo el poema se desgrana espontáneamente dictado por nuestra memoria subconsciente, hasta que el lazo de asociación se rompe y una vez más necesitamos de la ayuda indispensable del apuntador para poder continuar.
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